jueves, 8 de septiembre de 2011

Sin Nombre

Para escribir sueños, contrasueños, ensueños, pesadillas, visiones, alucinaciones, perimuntú, resonancias varias, utopías, etapas, espejismos, creencias, carencias, colores, cuentos, proesía, poemas, problemas, amores, odios, despedidas, adioses a diosas, venturas, tristezas, silencios, desolaciones, domingos, lloviznas de semen sobre la sangre, las variantes del ovario, delitos del barrio, resurgimientos, desamores, identidad, kimun, peladuras de cables, paráfrasis, plantillas, reconciliaciones, encuentros, historias de infancia, muerte, muchas muertes, amantes.

Para escribir entre tanta sístole y diástole bombeando a los ojos, junto a ese entrecortado respirar, se debe empuñar la mano. Para describir el silencio, las estaciones, transcribir el zumbido de estrellas cayendo o tu gemir en mi barba, es preciso anular las palabras e inventar geoglifos y acuaglifos para darse a entender.

Aunque el tiempo se lleve todo por los senderos del recuerdo y el viento arrastre los ecos de tu nombre por los recovecos del despeñadero, es vital seguir empuñando los dedos a la tripa de tinta china y ver escurrir el corazón sobre el papel o los caracteres de la pantalla. Cantar sobre todo en idiomas desconocidos e inventarlos como quien inventa un amor y se lo vive para sí o para no.

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